Hudson Taylor

 

 

Hudson Taylor

(1832-1905)

Nacido en una familia cristiana, desde muy pequeño Taylor fue instruido en los caminos del Señor, por sus padres y abuelos. Su padre, un farmacéutico, tenía una profunda preocupación por el estado espiritual de China. A una edad muy temprana, Taylor indicó que le gustaría ser misionero a China un día. A la edad de 17 años, al leer un Tratado en el estudio de su padre, finalmente entendido lo que Cristo había hecho para él. En este momento ofreció su vida a Jesús y su servicio a Él. Después que Hudson Taylor entregó su corazón y su vida al Señor, hubo un gran cambio en su vida. No solamente se le notaba nuevas actitudes hacia los de su casa, sino también hacia las necesidades de otros. Un día   apartó   una  hora   para  orar   y   consagrar definitivamente su vida a Dios, de modo de servirle en alguna manera especial. Durante esa etapa en su vida, Hudson comprendió que Dios lo había llamado para servirle en la China. Poco tiempo después, empezó a prepararse para la obra misionera. Lo primero que hizo fue procurar mejorar su salud, a fin de prepararse para una vida de rigores y asperezas. De manera habitual repartía tratados, enseñaba una clase de escuela dominical y visitaba a los enfermos. Aunque no tenía ningún libro que le enseñara el idioma chino, poseía un ejemplar del evangelio según san Lucas en ese lenguaje. Usando tal libro como texto, dedicó muchas horas al estudio del idioma. Con la ayuda de un familiar, Taylor pudo compilar un diccionario chino, este le ayudaría en gran medida en un futuro, para alcanzar, y hablarles del evangelio a las almas en ese país. Así respondió a este llamado y comenzó a preparar todas las facetas de su vida hacia esta meta. Fue durante este tiempo de preparación, que comprendió la gran necesidad y dependencia que él tenía en Dios, para poder continuar hacia esta obra misionera. Al culminar su carrera de medicina, partió a la China. Casi un año después de haber salido de su hogar, por fin logró ayudar a algunas personas con atención médica. Parecía que las cosas le iban mejor. Estableció una escuela para niños, con un profesor cristiano que impartía las clases. Aunque no había anunciado  la apertura de un dispensario médico, cada día le llegaban nuevos pacientes. La asistencia a los cultos iba mejorando también. Al principio asistían solamente Hudson y el maestro. Sin embargo, pronto la asistencia comenzó a aumentar respectivamente. Debido a los momentos que atravesaba el país, (la guerra), se vio envuelto en problemas financieros, enfermedad, el poco dominio del idioma; tras un problema surgía otro, contribuyendo a desanimar al joven misionero. Taylor se convenció de que la única manera de alcanzar al pueblo de China sería identificándose con ellos. Por tanto comenzó a vestirse como ellos, y aprendió a comer con palillos. Sin embargo, le faltaba un paso grande, que no había dado aún: su cabello rubio y crespo le daba a conocer como europeo. Creyendo que estas medidas le ayudaría alcanzar al pueblo chino con el evangelio, finalmente Hudson dio también ese paso. Cortó su cabello, dejando únicamente lo suficiente para que pareciera otro chino más. Todo esto le ganó la entrada al corazón de la gente, y muchos ni siquiera sospechaban que era extranjero, sino cuando empezaba a hablarles.

A pesar de todas estas circunstancias, Dios lo recompensó grandemente, esas pruebas que atravesó lo ayudaron a fortalecerse en Dios, a esperar en El, las horas de rodillas orando día tras día, estaban siendo contestadas; durante los próximos años muchos misioneros se unieron a la obra.

Este trabajo pionero fue repartido por todo el interior de China. Cristianos alrededor del mundo se unieron a las filas de la misión. A finales del siglo, la mitad de los misioneros evangélicos fueron de la misión del interior de China. A través de numerosos pruebas, persecuciones y penurias, Taylor y quienes con él trabajaron se mantuvieron por fe a llevar a Cristo a una nación políticamente inestable, donde los extranjeros no siempre eran bienvenidos. A través de los años China, ha pasado por muchos cambios, pero cualquier vitalidad cristiana que existe hoy es en gran parte debido a su ardua labor. La vida de Hudson Taylor fue una vida de oración y de dependencia continua en Dios.

Cuando Jaime Hudson Taylor supo que pronto terminaría su obra en la China, y que no le quedaban muchos días de vida en esta tierra, les dijo a unos amigos:

“Si tuviera mil vidas, las entregaría todas por la China”.

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mi nada podéis hacer. -Juan 15:5

 

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