NUESTRO ALTAR

NUESTRO ALTAR

Pastor Alex Figueroa

Tenemos un altar…… –Hebreos 13:10b

Casi todas las religiones hablan de algún tipo de altar. Existen de todos tipos y para toda clase de ceremonias. Algunos son ceremoniales, no produciendo algo específico en el alma, sino simplemente un sentir de bienestar, el cual se esfuma y atenúa con el pasar del tiempo. Otros altares son usados en las religiones paganas, para apaciguar la ira de aquellos que ellos llaman dioses. Los adoradores del falso dios Baal, quien era el ídolo de muchas naciones que poblaban el medio oriente, tenían un altar donde depositaban a sus hijos para pasarlos por el fuego.

Al pensar en esto, puedo reconocer el mismo espíritu en este tiempo moderno, en el cual los padres han creado altares para la destrucción de sus descendientes. Hay varios de estos altares que pudiera señalar, pero ya que ese no es la intención de mi corazón en este espacio, habré de concretar lo que si deseo compartir con usted.

El escritor del libro de los Hebreos reconoce, admite y declara que los seguidores de Jesucristo también poseemos un altar.

TENEMOS UN ALTAR

Sus palabras son claras. La experiencia cristiano no existe sin un altar. La palabra altar llega a nosotros de la palabra altum, y significa “algo alto”. Por lo tanto, ya que significa algo alto esta verdad nos dice que estamos tratando con algo que no es bajo ni terrenal. Este altar es más alto que el ser humano. Solo por medio del evangelio de Jesucristo podemos llegar a él, y únicamente por medio del Espíritu Santo tendremos una revelación de él.  Este altar nos habla de una experiencia alta.

Y  no es que existe un altar, sino que TENEMOS UN ALTAR.  Lo hemos hecho nuestro. Es algo personal. Nosotros tenemos un altar. No todos tienen ESTE altar. Quizás otros tengan diferentes altares, pero este no es de todos, ES NUESTRO ALTAR.

Desde los tiempos antiguos, aquellos hombres primitivos que temieron y adoraron a Dios, levantaron un altar de sacrificio, para honrar a Dios. Esos altares que fueron edificados por Abel, Noé, Abraham, Samuel, David y tantos otros, fueron lugares de oración, agradecimiento, rendición y reconocimiento de la autoridad soberana del Señor.

Si seguimos la vida del patriarca Abraham, habremos de ver que donde él se asentaba, siempre hacia dos cosas. Primeramente cavaba un pozo y después edificaba un altar. El pozo para el cuerpo, el altar para su espíritu. El pozo para refrescar su sed física y el atar para satisfacer su sed espiritual.

El mundo pecador no tiene este altar, porque este altar no se alcanza por “derechos”, sino por GRACIA. Gracia, el favor no merecido de Dios.

LAS CUALIDADES DE ESTE ALTAR

Es un altar santo. Aquellos que no estén interesados en la santidad y la pureza no buscarán los beneficios de este altar que nosotros tenemos por la fe en Cristo. Somos llamados a vivir de acuerdo a la naturaleza de ese altar. No es un altar de entretenimiento, ni siquiera un altar religioso. Es un altar que trata con nuestra relación con un Dios santo. No es un altar de ignorancia. Los que a él se acercan deben saber que  el modelo de Dios es santo, y que por lo tanto la relación que tendremos con ese altar será también santo.

Es  un altar de ofrecimiento. No podemos venir simplemente a admirar el altar. No podemos venir con las manos vacías y con agendas personales. Llegamos a ese altar para ofrecernos totalmente a Dios. En un sacrificio vivo y santo (Romanos 12:1). Es ofrecimiento implica consagración y separación de la vida pasada. Esa vida de inmundicia, de egoísmo, de lástima propia, de terquedad, de negación a nuestras necesidades es ofrecida para ser quemada.

Es un altar de fuego. En ese altar hay fuego. Fuego espiritual. Fuego de Dios. Fuego consumidor. Fuego que quema cosas que ni nosotros mismos sabemos que hemos cultivado en nuestra personalidad.

Este fuego produce dos cosas muy necesarias en nuestro caminar con Dios. La primera es purificación y la otra es poder.

Sin fuego un avión no puede despegar de la pista, ni un carro arrancar y trasladarse. Sin fuego no hay calor. Sin fuego no existieran las grandísimas industrias de nuestros tiempos. Sin fuego no hay electricidad.

El fuego es necesario en la vida natural del hombre. Y el fuego del Espíritu es necesario en el vivir de los cristianos. Fuego apareció en el día de Pentecostés.  Jesús habló de que El había venido a traer fuego.

Juan el bautista dijo que Jesús bautizaría a sus seguidores con el fuego del Espíritu Santo.

Hoy los que quieren agradar a Dios encontrarán ese tipo de fuego en el altar que nosotros tenemos. TENEMOS UN ALTAR. En ese altar hay fuego de Dios. Este fuego es indescriptible. Solo se experimenta cuando El Señor ve que nos entregamos en ese altar. El fuego no se experimenta solo porque nos interesemos en el altar. Tenemos que depositar todo en el altar. Nuestro ego, nuestro hogar, nuestras finanzas, nuestros hijos, nuestra reputación, nuestro pasado, nuestras ideas producidas por una mentalidad enferma por la carne.

Cuando Elías pidió fuego de lo alto, para que consumiera el sacrificio que él había colocado en su altar, el fuego de Dios no descendió hasta que cada pieza del animal fue puesto en el altar. Nada podía quedarse fuera del altar.

Hoy no es diferente. El fuego de este altar es real únicamente cuando todo es colocado en él.

¿Está todo puesto en el altar? ¿Quizás hay algo pequeño que usted no cree importante e innecesario depositar en el altar?

¡Oh Dios tómalo todo! De todas maneras, TODO ES TUYO. Pero te lo entrego voluntariamente. ¡Es mi ofrenda! ¡Es mi sacrificio en mi altar! Amén.

Vivimos tiempos en los cuales vemos en la comunidad clasificada como cristiana mucho fuego. PERO FUEGO ARTIFICIAL.

El fuego artificial se despliega en momentos de celebraciones, y tiene  la  característica  de  ser  muy  explosivo,  destellante  y atractivo, pero no es duradero ni produce algo beneficioso para la vida práctica de los seres humanos. Lo mismo ocurre con el fuego artificial religioso. Es ruidoso, atractivo, exuberante y entretenedor, pero no produce el fruto del Espíritu.

Es un altar de nutrición. Los sacerdotes también podían comer de ciertos sacrificios ofrecidos en el altar. Era una porción consagrada para los hijos de Leví.  Es por eso que la Escritura de Hebreos sigue diciendo:  “del cual no tienen derecho a comer los que sirven al tabernáculo.” Este altar no es como el altar antiguo que Israel ofrecía a Dios bajo la economía levítica.

Este altar que nosotros tenemos es para los privilegiados por causa de la gracia del Señor Jesucristo. Los judíos de acuerdo a la carne no tienen derecho, pues ellos rechazan al Mesías de Nazaret. Este tabernáculo y esta altar nuevo no tienen nada que ver con el pacto de Sinaí. Los sacerdotes y siervos del antiguo pacto no son parte del nuevo Israel de Dios. Pues no es judío quien lo es en carne, sino quien lo es en espíritu  y ha nacido del Espíritu de Dios (Romanos 2:28-29).

Pero hay una similitud en este “nuestro altar”, nosotros, como sacerdotes espirituales, hechos sacerdotes por la sangre de Cristo (Apoc. 1:6) podemos nutrirnos de ese altar.

Hay mucha comida en ese altar. Comida que no es perecedera. Comida que nos da fuerzas y salud espiritual. Somos nutridos de este altar que tenemos.

“Mi comida es verdadera comida”, dijo el Maestro.

Nosotros estamos sirviendo en otro templo. Nosotros somos el templo del Espíritu de Dios (1 Corintios 3:16-17; 1 Corintios 6:16-19). De  acuerdo  al  diccionario,   un  templo  es un edificio consagrado para honrar a una deidad. Existe el templo de los ídolos y el templo del Dios viviente.

En nuestro tabernáculo tenemos un altar, y en ese altar somos levantados a lugares de Dios no imaginados.

En conclusión deseo señalar que, nuestro altar es también formado por nuestra ACTITUD.  La actitud es determinada por la voluntad del hombre. Las actitudes son formadas por el tipo de funcionamiento que decidimos adoptar. En todo lo que hacemos hay algún tipo de actitud, esta puede ser buena, correcta y positiva o pudiera ser mala, incorrecta y negativa.  Definitivamente que el tipo de altar que estaba en la mente del escritor del libro de los Hebreos era el correcto altar, con la correcta actitud.

Somos bendecidos por tener algo que antes no teníamos. TENEMOS UN ALTAR. Ese altar es la prueba de que estamos comunicándonos con nuestro Creador y Redentor. Amén.

 

This entry was posted in 2011, 3-Julio-Septiembre and tagged , , . Bookmark the permalink.