Editoral

 

EL MULO DE PARTENON

El filósofo Plutarco cuenta que durante la construcción del afamado Partenón de Acrópolis de Atenas, participaron en la obra millares de hombres. Todos se sumaron a aquella monumental obra. Millares de esclavos, ayudados por animales de carga, llevaban y subían los enormes bloques de mármol hasta la cima de Acrópolis. Aquel conjunto de monumentos –lo más bello construido por el hombre- fue posible gracias a una afortunada conjunción de genios y circunstancias.

Aún hoy en sus ruinas, el Partenón, la Pinacotea y el Erecton proclaman la grandeza de aquella generación. La historia recuerda con justicia a varios personajes que hoy, al leer de ellos, somos impresionados por su esfuerzos y sacrificios. Pero la historia también recuerda a un humilde colaborador. Un pobre mulo, viejo y cansado, que ya no podía con su osamenta.

Resulta que el mulo trabajó muy duro por varios años, y finalmente ya el mulo no podía hacer el trabajo de antes, por lo cual decidieron jubilarlo para que viviera con un merecido descanso. Pero el mulo, muy torpe no quiso aceptar el retiro. Al día siguiente se presentó al trabajo a la hora de costumbre, y como en sus mejores días se propuso seguir subiendo y bajando con aquellas enormes cargas. Por muchos días lo estuvo haciendo   con  terca  fidelidad.    Cada  mañana  los  obreros  lo aplaudían y lo saludaban con gritos de ovaciones. Un día un bromista –nunca falta alguien así- lo coronó con laureles como si fuera un campeón y un héroe.

Realmente el mulo de Partenón no era un héroe, ERA UN ESCLAVO DE SUS PROPIOS HABITOS.

En los seres humanos los hábitos son más dañinos y lo hacemos peor que el mulo en cuestión. Después de todo el mulo era un animal bruto, nosotros hemos sido dotados por el Creador con una mentalidad muy superior.

La enseñanza está ahí, no confundamos el heroísmo con la terquedad. Muy bien lo expresó quien dijo:

Siembra un pensamiento

Y cosecharás una acción.

Siembra una acción

Y cosecharás un hábito.

Siembra un hábito

Y cosecharás un carácter.

Siembras un carácter y

Cosecharás un destino.

Cuando llegamos a ser ancianos somos un manojo de hábitos. Buenos o malos. Sanos o enfermizos. Irracionales o juiciosos.

Sepamos, pues, como vivir, conociendo nuestros límites y contando nuestros días para traer a nuestro corazón sabiduría (Salmo 90:12).

Bien dijo el salmista que no seamos como el caballo o como el mulo.

Definitivamente, evitemos ser como el mulo de Partenón.

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