¿POR QUE DIOS AMÓ TANTO A DAVID?

¿POR QUE DIOS AMÓ TANTO A DAVID?


“Grandes triunfos da a SU rey, y hace

Misericordia a su ungido.

A David y su descendencia para siempre.

-Salmo 18:50

Pastor Alex Figueroa

Estudiar la vida de David es una gran revelación de la manera que el Señor se manifiesta hacia algunas personas en particular. Sabemos que el amor de Dios para nosotros no es cuestionable. No hay medida para el amor de El.  Es también inigualable. No hay otro amor que pueda pararse a su lado para comparación. Si es verdad que el amor de Dios no tiene paralelos humanos comprensibles, no es menos cierto que El reserva un tipo de amor muy íntimo para algunos. Esto lo podemos ver al estudiar las Sagradas Escrituras. Esto nos estimula a que nos hagamos la pregunta, ¿“por qué es esto”? ¿Por qué, a pesar de las faltas y las transgresiones del más amado rey de Israel, Dios le manifestó un amor tan inexplicable?

Hay algunas cosas que resaltan en la vida de David. Nuestro olfato es estimulado  por  el  olor que  nos guía a un  gran  manjar  saturado de verdades y revelaciones muy obvias. Invito al lector a acompañarme en el descubrimiento de esta realidad tan  impresionante y estimulante.

1. El corazón del joven David  se moldeó y conformó al corazón del Señor Jehová (1 Samuel 13:14). Esta es una apreciación que no es del mismo David, sino que Dios lo dice de él. Las palabras del profeta Samuel fueron duras para Saúl. Ya él no continuaría como rey, pues su corazón no se había moldeado al del Señor. El corazón es muy engañoso y Saúl se dejó guiar por él. Comenzó a sospechar de las buenas intenciones de David, los celos y la envidia lo empujaron por un camino muy equivocado que terminó totalmente en tinieblas.

No supo tener paciencia. Dios es paciente para con todos nosotros, según lo declara el apóstol Pedro. Sin embargo la paciencia, la humildad y la diligencia de David es aparente, aún antes que su nombre fuera conocido en Israel.

Esto colocó a David por encima del rey Saúl. El profeta lo reprendió, diciéndole: “Dios ha rasgado hoy de ti el reino de Israel, y lo ha dado a un prójimo tuyo MEJOR QUE TU” (1 Samuel 15:28). Que David hubiera conformado su corazón al corazón de Dios lo hizo un mejor hombre.

David se ganó el corazón de Dios. Dios no pudo resistir la sencillez y los motivos sanos de este joven pastor.

2. David amó más la ley de Dios que las cosas materiales.

En el Salmo 19:10, el dice, refiriéndose a los estatutos de Dios: “Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado”.

Muchos no comprenden expresiones como esta, y la respuesta está en que David no quiso ser rey. El se sintió más cerca del Señor  con el cayado del pastor que con el cetro del rey. La gigantesca fortuna que llegó a tener la dedicó a la construcción de la Casa de Dios.

Pudiendo vivir  con gran pompa, derroche y suntuosidad prefirió vivir sin ellas. El prefirió la Presencia de Dios. Su lujo no es mencionado, pero sí su justicia y equidad. A través de la histórica davídica vemos constantemente su pasión por la Presencia de Dios. Su búsqueda es incansable. Mientras está batallando contra sus enemigos y juzgando a Israel, David no se desenfoca. La Presencia de Dios es su prioridad. “Mi corazón ha dicho de Ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová” (Salmo 27:8). “Con todo mi corazón te he buscado…” (Salmo 119:10ª). El Arca del Pacto, que representaba la Presencia Divina con Israel, no se encontraba con el pueblo de Dios, David se empeñó y determinó regresarla. En su primer esfuerzo falló. El traslado no lo llevaron de acuerdo a los preceptos establecido en la ley de Moisés. Por causa de este error un hombre pagó con su vida, tampoco los levitas cargaron el Arca con sus varas sobre sus hombros, sino que la pusieron en un carro.  El esfuerzo no fue recompensado. Había que hacerlo conforme a lo prescrito por el Señor. Sin embargo, David no se dio por vencido. No tiró la toalla. El volvió a intentarlo. En esta ocasión lo hizo conforme a lo establecido en la ley; y tuvo éxito en su empresa. Llevó el Arca a un lugar preparado cuidadosamente por El. Allí el Señor sería reverenciado y alabado día y noche. Pienso que esa noche el rey David se durmió con una sonrisa en  sus labios.  ¡Por fin la Presencia de Dios estaría con su pueblo y su reino! A Saúl nunca le importó el Arca, pero no David. ¡EL VIVIO CON UNA DEDICACION POR LA BUSQUEDA DE LA PRESENCIA DE DIOS QUE NO TUVO COMPARACION!  Al meditar en esta conmovedora realidad, pienso que desear traer de regreso el Arca de Dios y llevarlo a cabo fue un acto mucho más digno de reconocimiento y admiración que su victoria sobre el gigante Goliat.

3. David fue el primero en querer y ofrecerse para edificar la Casa de Dios. Moisés edificó la primera casa de Dios, en la forma de un tabernáculo, porqué fue una orden dada por el Señor. En el caso de Moisés, Dios tuvo la iniciativa, pero en el caso del templo, fue David quien tuvo la iniciativa. El tuvo el empuje para querer edificarle un templo a su Dios. Estas fueron las palabras al profeta Natán: “Mira ahora, yo habito en casa de cedro, y el arca de Dios está entre cortinas” (2 Samuel 7:2). Al Señor le agradó tanto la disposición de David, que le  respondió, diciéndole: “Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente (esto fue una  referencia a Jesucristo, quien sería descendiente de David de acuerdo a linaje carnal) 2 Samuel 7:16).

Si no lo leemos cuidadosamente se nos escapa esta gloriosa declaración. David quiso edificarle una casa  a  Dios, pero terminó siendo que,  DIOS FUE QUIEN LE EDIFICO UNA CASA A DAVID! (2  Samuel 7:19-21). David le responde a Dios: “Aún te ha parecido poco esto, Señor Jehová, pues has hablado de la casa de tu siervo en lo porvenir” (v. 19b). Ahí vemos nuevamente una manifestación exclusiva del amor de

Dios para David. A NADIE MÁS DIOS LE OFRECIÓ TAL COSA NI LE HIZO UNA PROMESA CON TAL DIMENSIÓN.

4. RECONOCIÓ HUMILDEMENTE SU DESOBEDIENCIA Y ERRORES. No leo acerca de una actitud defensiva. El era un rey. Si alguien podía creerse capaz de no tener por qué ser manso, era él. En cada ocasión que fue exhortado por el profeta, no ofreció excusas y no trató de culpar a otros. El asumió la responsabilidad de sus hechos.

Es muy fácil para la naturaleza humana no querer admitir nuestros fallos, nuestras malas decisiones, nuestras actitudes.  No es fácil para la carne admitir nuestra imperfección y debilidades. No son pocos los que viven con una coraza impenetrable de una falsa invencibilidad. Queremos probarles a otros que somos capaces, cuando realmente no lo somos. Soló en Cristo, quien nos fortalece podemos movernos y “ser”. Tratar de impresionar a otros con nuestras habilidades es muy agotador y frustrante. Reconocer nuestros errores y confesar que sí nos equivocamos, o que dijimos lo indebido nos lleva a un plano en la cual sentimos la cercanía de Dios, pues El resiste al que se exalta.  Añado que querer exaltarnos no es alabarnos a nosotros mismos, sino que es también dar impresiones falsas, decir medias verdades y tratar de proyectar una falsa imagen.  Si un mendigo, una ramera o un publicano pecador, reconoció su condición no me impresiona, porque es algo obvio, PERO QUE LO HAGA UN REY, ALGUIEN DE QUIEN DIOS HABLO TAN ALTO Y TAN EXCELENTEMENTE ES VERDADERAMENTE IMPRESIONANTE.

Esto fue posible porque a David no le importó la reputación, lo que le interesó fue la comunión.  Lo que otros digan no es importante ante lo que Dios sabe y dice.

Un sabio dijo que hay tres tipos de personas en un ser. La primera es lo que nosotros pensamos de nosotros mismos, La segunda es la que otros piensan de nosotros. Y la tercera es que Dios sabe lo que realmente somos. Esto fue lo que le importó a David, el dulce cantor de Israel. Por eso es que él se desnuda simbólicamente en la expresión de los salmos. El dice la verdad acerca de él.   El nos habla  de sus  victorias,  sus  deseos,  sus debilidades, sus frustraciones, sus temores y sus enfermedades, inclusive nos habla de sus necedades y transgresiones. No hay secretos. No hay cortinas de humo. No falsas pretensiones. ¿Y todavía usted pregunta por qué Dios lo amó tanto?

El fue presto en confesar y arrepentirse. Sus transgresiones fueron grandes, muchos murieron por decisiones que el hizo, SIN EMBARGO POR CAUSA DE SU HUMILDAD EL SEÑOR LO ATRAJO HACIA SÍ.

En la sociedad que vivimos han tratado de vendernos (y todavía esa práctica y concepto persiste) la idea que otros tienen la culpa de lo que nos sucede. Los sicólogos y siquiatras tratan de ayudar a sus pacientes haciéndoles sentir bien acerca de sí mismos, después de todos, según ellos, estas personas no tienen la culpa, La culpa la tiene la niñez que vivieron, los padres, los familiares, los maestros o la pobreza.

Una de las cosas que aprendemos por medio del evangelio, es que Dios restaura. Dios sana las heridas del espíritu. Esto lo declaró Jesús en Lucas 4:18. “Me ha enviado a sanar a los quebrantados  de  corazón”. Hoy  son  más  los  enfermos emocionales que los enfermos corporales. Las enfermedades y los quebrantos del corazón son la especialidad del Doctor Jesucristo. Es lamentable que llamados cristianos estén arrastrando cosas del pasado. No olvidan, no perdonan, no dejan esa carga ante los pies del Médico del alma.

David fue humilde y también fue sabio al decidir confrontar su situación interna ante la amonestación de los profetas que trataron con él.

Por esa causa pudo descansar en paz al resto de sus días y finalmente morir en paz.

David fue diligente en arreglar y modificar su condición.

Un sentir liberador es experimentado cuando confrontamos esto.

Escuchemos algunas de sus expresiones en el Salmo 51.

“Yo reconozco mis rebeliones” (v.3ª).

“En lo secreto me has hecho comprender sabiduría” (v.6b).

“Renueva un espíritu recto (honesto y sincero, que quiera hacer lo debido) dentro de mí” (v. 10b).

“Vuélveme el gozo de tu salvación y un espíritu noble me sustente” (v.12).

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no despreciarás Tú, oh Dios” (v.17).

A veces es más fácil orar y ayunar que humillarse. Hay libros que enseñan que la oración y el ayuno es el remedio para los males que algunos sufren. La realidad que no hay substituto para  la  humillación  ante  Dios.     Si  los  cristianos  nos humilláramos como debemos, no tendríamos que usar tanto el ayuno ni las largas oraciones como pretexto. Las personas encuentran que orar y ayunar no es tan difícil como lo es humillarse. Este fue el argumento que Dios le presentó a su pueblo en Isaías 58. Así dijo el Señor: ¿Es tal el ayuno que yo escogí, que de día el hombre aflige su alma, que inclines su cabeza como el junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis  esto ayuno y día agradable a Jehová? ¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de la impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? “(v.5-6).

Yo visito las librerías que venden libros supuestamente cristianos, y veo muchos libros acerca de la necesidad de ayunar. Ayunar para tener mas poder. Ayunar para ser prosperados y sanados. Ayunar para estar más cerca de Dios. Veo en sus índices la joroba de las Escrituras.

Que el lector no me interprete mal. Yo soy un firme creyente del ayuno. PERO NO PODEMOS AYUNAR CUANDO NO HAY HUMILLACION ANTE DIOS Y CUANDO LA CONDUCTA ES INJUSTA.

La razón por la cual Dios reprendió a Israel con sus ayunos, es porque ellos ayunaban como una costumbre muy repetida. Ayunar no era difícil para ellos por haber adoptado el hábito de ayunar.

Hay tiempo para ayunar, y deben ser tiempos específicos y con un peso extraordinario. Nadie se hace espiritual por ayunar. Lo que nos hace espiritual y nos da la bendición de atraer la Presencia de Dios es humillarnos ante El con un corazón contrito y humillado, diligentes como David en arreglar sus males.

¿Por qué Dios amó tanto a David? Porque David no buscó excusas, sustituciones y argumentos. Su corazón se moldeó al de Dios. Le dio mucho más valor a lo espiritual que a lo material. Vivió con la mira en la Presencia de Dios. Pensó más en la Casa de Dios que en la suya, y fue diligente en reconocer su miserable humanidad y la debilidad de sus transgresiones. Esto nos debe estimular a todos.

Yo me siento verdaderamente movido por esta verdad. No quiero vivir en negación. Quiero vivir en libertad y en el amor de Dios para siempre. Amén.

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