¡EL APARECIO!

¡EL APARECIO!

Pastor Alex Figueroa

“…Para esto apareció el Hijo de Dios….”

Adán pecó, pero El apareció. La humanidad se sumergió en el pecado y las tinieblas, pero El apareció. La ley fue entregada al pueblo israelita, y éste la violó una y otra vez, pero El apareció. Profetas fueron llamados a declarar los juicios venideros y la gente no escuchó. Los profetas hablaron de Aquel que vendría, y el mundo no prestó atención, pero El apareció. Cuatrocientos años de silencio profético vinieron a la tierra, pero El apareció. ¡FINALMENTE APARECIO! El Mesías, el Cristo, el Deseado de las naciones, el Cordero de Dios apareció en la escena humana. Y, ¡oh! ¡Cuánto lo necesitaba el mundo! El peso que siento es en el énfasis de que El Hijo de Dios APARECIO.

Los historiadores no lo han podido ocultar. Aún los más agnósticos y materialistas. ¿Cómo ocultar el sol por medio de una voluntad humana? Por todas partes las evidencias exclaman: ¡EL APARECIO!  Los historiadores no pudieron callarse ni han podido ignorar esta gran verdad.

La aparición del Hijo de Dios es una de las grandes realidades de la historia de los seres humanos.

Jesucristo fue como una semilla, que cayó en la tierra, y su fruto ha sido tan poderoso que sus ramas se han extendido por todo el planeta tierra, dando testimonio de su innegable aparición.

Jesús es llamado LA SIMIENTE, o semilla (1 Juan 3:9; Gálatas 3:16).

Si el grano no muere, éste no da fruto. Cristo murió pero resucito de los muertos, y ha producido un linaje que no puede ser contado (Isaías 53:10).

LA APARICION DE LA SIMIENTE

FUE PROFETIZADA

Cuando solo existían dos seres humanos en la tierra, Adán y Eva, la aparición de la simiente divina fue predicha  (Gén. 3:15).

Desde ese momento,  el diablo vivió con el terror que un día la simiente lo iba a herir en la cabeza. El enemigo quien es un ignorante, no sabía cómo se manifestaría la simiente, y trató de matar a cuantos pudo en aquella masacre de niños que Herodes llevó a cabo. Antes de ese triste día, el diablo trató de destruir la simiente, matando y tratando de eliminar a personajes cómo, Abel, Abraham, Moisés, David, Elías, Isaías, Esdras, Nehemías, y muchos otros.  Malaquías, el último profeta del Antiguo Testamento se lo volvió a recordar a Satanás:

“Mas a vosotros, los que teméis mi nombre, nacerá

el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación…”

-Malaquías 4:2

Fue como decirle a Satanás: “Solo quiero recordarte, que tus días están contados. Recuérdate de Génesis 3:15”.

¡Y finalmente apareció el Sol que nos sacó de las tinieblas! ¡Glorificado sea Su Nombre!

Juan lo ratificó cuando algunos se sintieron confundidos por la imponente personalidad del que bautizaba. El tuvo que declarar: “Yo no soy…..yo soy solo la voz, PERO EL QUE VIENE TRAS DE MI…..”

El diablo no pudo hacer nada al respecto. Dios echó a perder sus planes homicidas. Fue demasiado tarde. El se sentía demasiado confiado de la manera en que el mundo había sido afectado. ¡Pero la aparición de la simiente lo agarró desprevenido!

UN ENCUENTRO INOLVIDABLE

Como quien espía a través de una ventana, el enemigo miraba la niñez de Jesús y su juventud. Las cosas se le estaban enmarañando y complicando, y fue así como decidió confrontar la APARICION DIVINA. ¡Y SE VOLVIO A EQUIVOCAR! ¡La Simiente le dio un golpe en la cabeza que lo debe haber dejado mareado.

El diablo lo tentó en tres de las zonas más vulnerables del ser humano.  Estas tres cosas,  que como  fuentes, de ellas emana cada tentación: Los deseos de los ojos, los deseos de la carne y la vanagloria de la vida (1 Juan 2:16).

Recordemos que Dios apareció en carne. Totalmente en la semejanza de hombre, y como hombre se midió con el demonio mismo. Fueron tres golpes certeros, fue mucho para Satanás, y tuvo que retirarse del terreno de combate, como lo hace un perro cuando lo golpean hasta ser vencido, con la cola entre sus patas.

¡La hora había llegado! El Hijo de Dios había aparecido, para deshacer las obras del diablo.

Cerca de tres años pasaron, y después de un aparente descanso, el enemigo pensó en tratar de nuevo. El primer ataque fue en un desierto, el segundo fue en un huerto. Nuevamente el ataque fue triple, y nuevamente la victoria fue contundente. La carne humana de Jesucristo fue ofrecida al Padre. Allí, en sus rodillas, orando, sudando gotas de sangre, tomó la copa de la aflicción hasta no dejar una gota. El enemigo miró con desprecio aquella rendición a Dios el Padre. Si el diablo no se hubiera sentido esperanzado de tumbar al Hijo de Dios, él no lo hubiera tentado tan intensamente. El todavía recordaba los golpes recibidos hacia tres años atrás.

El diablo, quien no entiende EL AMOR, porque nunca lo ha experimentado, no podía entender (ni todavía puede) el poder de esa sin igual virtud. Y Cristo era el amor personificado.     Dios  ES   Amor.      Miró  asombrado  y atontado aquel despliegue de afecto desconocido para El. ¿Escoger sufrir en vez de gozar? ¿La muerte en vez de la vida? ¿La incomprensión y el rechazo en vez de la fama y la aceptación? ¿Cómo puede ser eso posible?

Otra vez, el golpeado enemigo del Creador, se marchó frustrado. Amargado y con el sabor desagradable de la derrota. Ya no había forma de parar aquello. El plan de Dios estaba en moción incontrolable. El Hijo de Dios había aparecido, y El iba a terminar su misión.

La traición de Judas no lo pudo parar, tampoco la traición de Pedro, ni el abandono de sus amados discípulos. El látigo del soldado no cambió su parecer. El grito de la multitud que pedía su crucifixión no lo desanimó. Los clavos que atravesaron sus santas manos y pies, la corona de espinas que desgarró su frente no fueron suficientes para que murmurara o entretuviera otros pensamientos. Lo único que lo estremeció fue cuando el Padre lo dejó solo para que expiara nuestras maldades y pecados.

Allí, ensangrentado, fue donde hizo su majestuosa aparición. Apareció como el inocente y perfecto cordero expiatorio. Los ángeles que  desde el cielo observaban boquiabiertos aquel sacrificio difícil de entender, estaban observando una aparición de la cual nunca habían sido testigos.

Ni Daniel en el foso de los leones, ni los jóvenes hebreos ante el horno de fuego, ni Esteban frente a sus detractores habían mostrado un amor redentor. Lo de Cristo Jesús era más que valentía.  No fue su valentía la que nos salvó, fue la nobleza incomparable de un AMOR PERFECTO.

Es por eso que la Biblia nos habla de un amor que es más fuerte que la muerte.

UNA APARICION GLORIFICANTE

Pudiera ser que los demonios tuvieron una fiesta, al ver a su enemigo ensangrentado, muerto y sepultado. Quizás se frotaron sus manos en un desacatado atrevimiento saturado por la ignorancia. También parece que no tomaron en serio aquello de que, ¡RESUCITARÉ!

Al tercer día hizo una aparición que sacudió los sepulcros. Su aparición sacudió a los discípulos de la manera que la paja es sacudida del trigo por un fuerte viento.

Su gloriosa aparición, restauró la esperanza y la fe de sus todavía temerosos seguidores. Su resurrección absorbió la muerte. Y con esa gloriosa aparición estableció para las futuras generaciones, que ciertamente El es REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES.

Ya lo que le queda al diablo es “esperar” y tratar por todos los medios de dañar a los débiles en la fe, y estorbar el camino de los pecadores  para que no lleguen a los pies del Hijo de Dios.

PERO LA PROMESA FUE COMPLIDA. El Hijo de Dios apareció.

Y APARECERA UNA VEZ MAS

La iglesia que el Hijo de Dios fundó en su primera aparición, espera su segunda aparición. “y aparecerá por segunda vez”. Hebreos 9:28.  “…cuando aparezca el Príncipe de los pastores” 1 Pedro 5:4.

Día de gran gozo, día sin igual

Cuando Cristo volverá

De esta tierra iremos a la celestial

Con Jesús triunfó el amor.

Esas son las palabras de un himno de mi niñez. El aparecerá sin más relación con el pecado. Viene en busca de su Amada. Ese será el día esperando por todos aquellos que desde lejos han saludado en la fe a la patria celestial.

El Hijo de Dios apareció. El mundo no ha sido el mismo desde  ese día que transciende todo hecho histórico.

Haya sido en el invierno, en el verano, en el otoño o en la primavera no es tan importante. No es importante para mí la fecha. Lo que sí es importante es la realidad de esa aparición.

La estrella en el oriente, el coro celestial que se reveló a los pastores, el mensaje angélico acerca del Niño nacido en Belén de Judá, la visita de los magos varios meses después, todo se une como una sinfonía perfecta, tocando las notas en una unidad perfecta, proclamando la aparición del Hijo de Dios.

Que las generaciones anteriores hayan separado un tiempo en el año para festejar esa santa aparición, me tiene sin cuidado. Si lo hubieran hecho en Julio o en Octubre no tiene importancia. Si quieren separar otra fecha más, yo la aplaudiré por la sencilla razón de que nunca tendremos días suficientes, para poder separarlos totalmente como el centro de nuestro enfoque. El mundo pecador ha abusado y sigue abusando ese día, pero eso no debe detener a los seguidores de Cristo, para aprovechar el mensaje navideño, que todavía dice: “OS A NACIDO UN SALVADOR QUE ES CRISTO EL SEÑOR”. Bendecida es la familia que se reúne, para hacer un énfasis práctico con referencia al nacimiento del Salvador. Amén.

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