Editorial

El año 2011 casi llega a su culminación y aun nos parece que fue ayer cuando comenzamos las vísperas de éste, en la edición anterior se hizo mención acerca de las metas que la mayoría de las personas trazan en la apertura de cada Enero; una generación sin Cristo, sin disciplina alguna para llevar esto a cabo, es el resultado de tantos propósitos incompletos. Los seres humanos buscan en el comienzo de cada año la respuesta a su condición, sea en el trabajo, familia, amistades, bienes materiales, etc., unos esperan hallar la respuesta a sus vacías y rotas vidas con nuevos planes, otros dicen  saber lo que esperan, más nunca lo han encontrado debido a su ceguera espiritual, es un círculo vicioso que transcurre repetidamente en la sociedad que vivimos, la cual se ha convertido igual que el pueblo de Israel, año tras año esperando su Mesías.

Cristo, “Nuestro Mesías” es la respuesta y ha sido la respuesta desde su nacimiento hace 2000 años. Hoy, su pueblo vive agradecido por alcanzar el regalo de la salvación,  que nos dio al rescatarnos del sepulcro donde yacíamos, muertos, heridos por el mal del pecado; El vino a nuestro sepulcro, al lugar de los desesperanzados, dándonos vida y esperanza, dibujó una sonrisa en nuestros labios, como dice el salmista “Puso luego en mi boca cántico nuevo…” EL vino porque nos amó y extendió su mano, por su gracia, hacia quienes no lo merecíamos.

¿Cómo sería el mundo sin Cristo? A pesar de las circunstancias que nos rodean, la maldad y el pecado en esta sociedad, ¿Qué sería de nosotros si el Señor  Jesús no hubiera nacido?,  sería  un infierno terrenal; algunos pudieran decir, ¿Por qué pensar en lo no ocurrido? Creo fielmente que preguntas como estas nos ayudan a valorar aún más este preciado tesoro. Aunque sabemos que la principal razón de su nacimiento  fue salvar a esta humanidad desesperanzada, las personas no terminan de entender los muchos beneficios, que el Cordero de Dios trajo al mundo.

A través de la historia naciones, han declarado ser cristianas, dentro de estas se destaca una joven nación, fundada en parte por un grupo de peregrinos ingleses; ese fue el comienzo de los Estados Unidos de América. Esta hermosa tierra puso a Dios en primer lugar por mucho tiempo, enseñándoles a sus hijos, futuros gobernadores y presidentes a adorar y seguir sus caminos. “Es imposible gobernar rectamente al mundo sin Dios y sin la Biblia” — George Washington

Fueron ellos quienes llevaron a este país a convertirse en una superpotencia mundial, en tecnología, producción y  educación, fueron cristianos quienes inculcaron en nuestra sociedad los valores fundamentales, la moralidad y los derechos humanos; se lo debemos a estos cristianos, los cuales nunca hubieran sido si Cristo no hubiera nacido.

Tristemente, ya hoy no es así, organizaciones agnósticas han tratado de eliminar el concepto de Dios en esta nación transformándola en algo totalmente diferente. A pesar de sus esfuerzos,  no  podrán  borrar  jamás  el nacimiento  que cambió y

revolucionó completamente el curso de la historia. Los cristianos celebramos su nacimiento, no una vez al año, no solo en la navidad, pero  todos  los  días.   Celebramos  el  día  que  nosotros nacimos nuevamente cuando tuvimos un encuentro personal con Cristo y aceptamos seguirle y obedecerle. Es en El, solamente en El, donde encontramos la verdadera salvación y reconciliación que nos lleva a la esperanza de una eternidad celestial.

“He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.” (Mateo 1:23)

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