Editorial

Editorial

Es para vivir sobriamente al pensar que casi estamos en la mitad del año 2011. ¡Cuántos planes y añoranzas para la mayoría de los seres humanos! ¡“Porque en este año voy a …bla…bla….bla….”! Volvemos a recordar las palabras del salmista: “Si Jehová no lo edifica en vano trabajamos….”

Todo se lleva a cabo si Dios tiene misericordia. No es por poder o por querer. No se alcanza porque corramos más rápido o tengamos el mejor plan. Todo debe hacerse dentro de lo que ya El Señor ha diseñado para nosotros. Si buscamos su voluntad nos frustraremos menos y sonreiremos más.

Creo que Dios debe tener un grandioso sentido del humor porque nos ha dado uno. A veces pienso en las tantas veces que me reí al ver a mis hijas con sus cosas, sabiendo que lo que estaban haciendo no funcionaría, y que finalmente tendrían que venir a nosotros. Es por eso que Dios, en tantas ocasiones permite los fracasos.

Fracasar es algo apestoso en nuestros tiempos. Se aplaude al que avanza y al que logra, pero al fracaso es estimado como la paria de la sociedad.

No obstante, el fracaso tiene un lado constructivo, porque nos ayuda a crecer, produce humildad porque es un gran antídoto para el orgullo y la suficiencia propia. El fracaso nos impulsa a ser mejores, a tratar con más ímpetu. Podrían citar a  figuras  grandes de la historia, incluyendo a personajes bíblicos, quienes fueron mejores porque tomaron de la copa del fracaso. A quienes piensan con entendimiento el fracaso ha sido el escalón necesario para subir.  Para otros, el fracaso fue el freno para su locura vanidosa. El fracaso los hizo pensar cuán desastroso hubiera sido el futuro si no hubieran sido parados por el dolor que este produjo.

Lo que digo no es una excusa para los que viven en el fracaso, sino para los que en un momento dado ven sus sueños desvanecerse como el rocío cuando sale el sol.

Cristo se levantó de la peor de las condiciones que un ser humano puede experimentar, se levantó de la muerte. De lo más bajo a la máxima exaltación. El nos dejó ese ejemplo.

Es posible ser levantados del polvo y ser depositados en una alta roca. Dios espera que nosotros hagamos nuestra parte. No podemos ir por la vida echando lo la culpa a los demás ni a nuestros genes. Nuestro Dios es mayor que nuestros genes.

Hay que ser humilde y valiente para reconocer nuestros fallos, equivocaciones y fracasos.  Si no los enfrentamos nos paralizamos.

Cuando David entendió su fracaso en traer el arca de Dios a Jerusalén,  volvió a  intentarlo con éxito.    El  aprendió de su error. No lo hizo bien la primera vez, pero no se estancó. El pudo haber dicho, “esto es muy exigente y dificultoso”. El falló porque no lo había hecho de acuerdo a lo especificado por el Señor. Y cuando lo hizo correctamente gozó de la gran victoria.

Que esto sirva como un estímulo para usted. Levántese de la amargura de su equivocación, y hágalo como debe hacerlo. El peor fracaso es el hacer nada. Puede terminar este año con un himno de victoria en su alma. Amén

This entry was posted in 2-Abril-Junio, 2011 and tagged . Bookmark the permalink.