LA LECCION DE MIZPA

LA LECCION DE MIZPA

Por

Alex Figueroa

1SAMUEL 7:5

“y SAMUEL DIJO: REUNID A TODO ISRAEL EN MIZPA”.

Son tantas las lecciones provistas en la Biblia, tantas aplicaciones a lo que es el mundo espiritual, que no creo que estas historias tienen únicamente un valor  histórico, sino que por medio de la revelación divina, el Señor pone a nuestro alcance una fuente de información espiritual que,  si hacemos caso a las mismas seremos grandemente ayudados.

Dicho esto los aliento a considerar la lección espiritual que ocurrió en el territorio de Mizpa.

MIRANDO EL CUADRO

Nuevamente Israel se encontraba en una de sus tantas luchas contra los filisteos invasores.

¿Quiénes  eran  los filisteos?   Una  nación que llegó a poblar las tierras de Palestina y reclamó para sí una parte la cual llamaron Filistea. Eran guerreros por naturaleza,  y llegaron a Palestina de un  área  cerca  de  Mar  Ageo  y  también  de  los alrededores de Grecia. También eran experimentados navegantes. Fueron siempre enemigos del pueblo de Israel. Ellos veían a los israelitas como quienes aparecieron para tomar posesión de un territorio que ellos querían controlar totalmente.

Esto me recuerda como los enemigos de la cruz de Jesucristo ven los verdaderos cristianos como si fueran personas quienes le quieren “echar a perder su fiesta”. Ambas naciones no podían convivir. Dios había entregado la tierra de Canaán a los hijos de Israel. Esto fue parte de un propósito divino. Había otras naciones, territorios y pueblos, pero Dios quiso que Canaán, “la tierra que fluía leche y miel” fuera la herencia para los descendientes de Abraham.

Los filisteos eran gobernados por cinco reyes.

Esta nación ya había probado los juicios de Dios (leer el capítulo 6). El los castigó con tumores malignos cuando trataron de retener el Arca del Testimonio, después de haberla tomado cuando vencieron a Israel en una batalla. Israel había olvidado a Jehová, y fue abandonado a su propia suerte. Fue así como el Arca fue llevado a uno de los pueblos de los filisteos.

MIZPA

El nombre Mizpa significa: Un atalaya. Era una zona donde Jacob y su suegro Labán hicieron un pacto sobre un montón de piedras (Gen. 31:49). Mizpa es también el nombre de una ciudad de donde era nativo el juez Jefté (Jueces 10:17). Fue precisamente  en  Mizpa  donde  Samuel  ungió a  Saúl  como  el primer rey de Israel.

La relevancia de Mizpa es que en este lugar es donde el profeta Samuel reúne al pueblo de Israel para darles una fuerte amonestación. Nuevamente Israel y los filisteos se encontraban frente a frente. ¿Qué ocurriría? ¿Podrían los filisteos vencer a los israelitas? Las victorias no son casualidades. De Dios son las victorias.

Nuestras coronas deben ser echadas ante el Trono del Cordero (Apoc. 4:10)

Se puede decir que Mizpa es un lugar de juicio. El pueblo de Dios vence cuando vivimos sus juicios. Por medio de sus juicios vencemos los conflictos.

No podemos pasar por alto que aquel lugar de Mizpa era un lugar donde la Presencia de Dios sería invocada.

Recuerdo la petición de Dios a Moisés muchas décadas antes de Mizpa.  “Si tu presencia no ha de ir conmigo, no me saques de aquí” (Exodo 33:15).

Zacarías nos lo recuerda: “No es con ejército, ni con fuerza, sino con Mi Espíritu” (Zac. 4:6).

En Mizpa hubo  un despojo de los ídolos (ver. 3a); preparación de los corazones (ver. 3b) (adoración (ver. 6ª); confesión de pecados (ver. 6b);  y juicio (6c).

El Arca del Testimonio había sido traída a aquella solemne convocatoria (ver. 1).

EL ARCA DEL TESTIMONIO

Esta caja cubierta de oro finísimo, y que contenía los Diez Mandamientos  era   llamada  el  Arca  del  Testimonio.     En un tiempo el Arca tuvo el contenido de tres cosas: Las tablas de la Ley, una vasija de maná y la vara de Aarón que había reverdecido.

¡David se refirió al Arca tan sentidamente en el Salmo 132! En ese tiempo el Arca no estaba en Jerusalén, y su deseo era traerla. El habla de no dar descanso a sus párpados hasta que se hiciera un lugar para el reposo de este cofre bendito que representaba la Presencia de Dios con su pueblo Israel.

El Arca fue hecha en los alrededores del Monte Sinaí, donde la ley fue entregada por Jehová a Moisés.

Fue construida por Bezalael de la tribu de Judá y Aholiab de la tribu de Dan, uno de la tribu de más renombre y otro de la tribu más pequeña. Interesante.

El Espíritu de Dios vino sobre estos hombres dándoles habilidad y entendimiento para hacer una obra excelentísima para el Señor (Éxodo 31:2-3).

El arca fue construida con ofrendas voluntarias.

Era cargada únicamente por la familia de Coat, segundo hijo de Leví. El arca únicamente podía ser llevada en los hombros por medio de dos varas insertadas en cuatro anillos. Mostrándonos la necesidad de sentir el peso de la Presencia Divina.

El arca fue de madera de acacia, pero cubierta de oro.

Aquí vemos la unidad entre la humanidad y la divinidad.

Cristo, humano  y divino.

Nosotros,  humanos  y  unidos a lo divino por medio de la sangre

de Cristo quien ha expiado nuestros pecados.

La tapa del arca, también de oro, tenía una corona a su alrededor. ¡COMPLETA VICTORIA! Con Dios no hay derrotas. El lleva a su pueblo de triunfo en triunfo  (Corintios 2:14). Cuando el pueblo de Israel viajaba en el desierto, el Arca siempre iba al frente. ¡No podemos adelantarnos a la Presencia de Dios! ¡Sólo El sabe lo que hay más allá de nuestros ojos!

No podemos empujar esto, querido lector. Solo podemos seguir. No podemos fabricar si Dios no ha hecho un modelo. Si lo hacemos estaremos trabajando en vano.

“Si Jehová no edificare la ciudad en vano trabajan los que la edifican”. Solo podemos edificar lo que ya El edificó en su modelo.

Cuando Israel viajaba lo que ellos veían eran un cargamento azul (Números 4:5-6), pues un paño azul la cubría. Esto nos habla de un origen celestial.

El Arca nos revela la intimidad de Dios con su pueblo. Y también nos habla como la sangre allí rociada trataba con el pecado.

Cuando la ceremonia anual de la expiación (Lev. 16) se llevaba a cabo, todo apuntaba hacia el Arca. Ese era el punto de culminación.

Allí, en el Lugar Santísimo, el Arca dominaba aquel espacio. Era el único mueble. La Presencia de Dios debe ser el centro de nuestro todo en la vida.

Cuando eso se cumple en nuestra vida, funcionamos como instrumentos  agradables  ante  el  Señor.   Somos  mejores  seres

humanos, mejores cónyuge, mejores padres, mejores hijos, mejores ciudadanos; y también funcionamos mejor como familia.

En el atrio del tabernáculo existía la luz natural del sol. En el primer cuarto, llamado el Lugar Santo, había la luz del candelabro con sus siete brazos, pero en el Lugar Santísimo se manifestaba la luz inexplicable de la Presencia de Dios.

En el atrio (como una lección espiritual) damos gracias por las cosas naturales, físicas y materiales. “Todo lo que respire alaba a Jehová”. En el Lugar Santo damos gracias a Dios por el pan de la Palabra que nos fortalece y damos gracias al Señor por la luz de esa Palabra, la cual es lámpara a nuestro píes, y lumbrera a nuestro camino. “Pero en el Lugar Santísimo alabamos y damos gracia a Dios POR EL. ¡Él es el comienzo y el fin!

El lo es todo. Su Presencia es tan inexplicable que todo lo demás, con todos sus méritos e importancia, queda opacado.

Por medio del Arca fue dividido el Río de Jordán, para que los israelitas pasaran a Canaán. Cargando el Arca, Israel le dio siete vueltas a la importantísima ciudad de Jericó.

Fue ante el Arca de Dios que Josué reconoció su error al no contar con El en la decisión que hizo con relación a la ciudad de Hai (Josué 7:6)

Estimado lector, es cuando estamos ante la Presencia de Dios que nos vemos a sí mismos como debemos. Ante su Presencia vemos nuestra impaciencia, nuestra torpeza, nuestra debilidad, nuestros verdaderos temores.

Ante su Presencia, nuestra necesidad de impresionar o querer probarle algo a otros se desvanece.

Somos NADA aparte de Su Presencia.

La lástima propia cae a nuestros pies como algo aborrecible. Las máscaras  son  quitadas y   comenzamos  a vivir la realidad.   No podemos ser personas que vivimos en una negación de la realidad de lo que somos y como somos. Es ahí, precisamente, donde radica la importancia de la Presencia de Dios. Porque el trata con la realidad, no con imitaciones e irrealidades.

La Presencia de Dios nos hace mirar lo que no queremos mirar: LA REALIDAD DE NUESTRA CONDICION Y LA NECESIDAD DE POSEER LA REALIDAD DE EL.

La lección de Mizpa es que Dios nos quiere confrontar si vamos a tener la verdadera victoria. Existen hoy muchas aparentes victoria que realmente no lo son.

Continuamente doy gracias a Dios por gozar de lo genuino, no algo fabricado por lo humano para mi satisfacción. Detesto la imitación. No es mi deseo llamarle a algo que no es lo real lo que no pudiera ser lo verdadero. Eso me puede llevar al engaño.

Samuel no quería que Israel solo confiara en una caja. El conocía la realidad de la voz de Dios.

Allí en Mizpa exhortó a Israel a buscar a Dios con todo su corazón (ver.3ª). Les dijo que él intercedería por ellos (ver. 5).

Toda esta combinación de ingredientes espirituales produjeron una victoria tal, QUE LOS FILISTEOS NO VOLVIERON MAS AL TERRITORIO DE ISRAEL (ver. 13).

Fue así como Israel recuperó lo perdido (ver. 14).

Estas son algunas de las lecciones de Mizpa.

Que el Espíritu de Dios nos de visión para poder captarlas.

Todo lo fabricado por nosotros fallará y con el tiempo se desvanecerá. Pero lo que proviene de la Presencia de Dios producirá no solo la verdadera victoria, sino una realidad perdurable. Amèn.

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